él con su libro,
la luz que lo acompaña hasta
el amanecer,
ella, como una
niña, durmiendo con placidez,
soñando su infancia;
y todos los
hombres en otro sitio, atentos,
como si
esperaran una revelación:
el libro no
leído que él sostiene,
los estáticos
ojos de ella bajo las sombras.
A la intemperie,
como los desechos anegados de una
pasión olvidada,
ambos se tienden
lánguidos e impasibles.
Difícilmente volverán a tocarse
y si lo hacen es
apenas como una confesión
de sentimientos
que ya no tienen, o que poseen
en demasía.
La castidad los
reclama, un porvenir
para el cual la
totalidad de sus vidas fue sólo
una preparación.
Elizabeth Jennings
¿No lo han advertido?
Estoy hablando
de mi padre y de mi madre,
cuyo fuego, ese
que antaño me engendró, hoy yace enfriado.
Estados Unidos
Boston, 18 de
julio de 1926
Oxford,
Inglaterra, 26 de octubre de 2001
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