¡Juro
que el lunar estaba aquí, aquí...!
Levanto
con mis ojos el naipe de piel y no está
¡Pero
si ayer lo vi ahí!
¿Por
qué cambian de puesto tus lunares?
¿Qué
los hace peregrinos?
¿Qué
poderoso magnetismo rige sus extraños movimientos?
¡Ah,
tus andariegos lunares...!
Son
los puntos de los dados de Dios.
Ruedan
por el tapete de tu piel.
Cada
mañana, cada tarde, cada noche,
en
los pliegues trucados de tu cuerpo se juega mi Destino.
Perú
San
Isidro, Lima, 6 de abril de 1967
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